lunes, 19 de julio de 2010

De don juanes pretendidos y martinis reales

Como es normal al tratar el tema del martini, comencemos citando a Dorothy Parker cuando afirmaba que el primer martini la mandaba al paraíso, dos debajo de la mesa y tres debajo del anfitrión.
Y es muy pertinente porque de eso trata esta nota. Un trago forma parte esencial del rito colombiano de la seducción como las trampas en los negocios y la eternidad indolente en el ejercicio judicial. Y el martini es un trago como el acero toledano de los tenorios, para seductores templados. Pero piense en el martini de verdad, porque no todo lo que se echa en una copa acampanada es martini como no todo lo que se lleva a la cama es sexo: con frecuencia se trata de acumular anécdotas o de engrosar la hoja de vida. No se vaya a confundir, por ejemplo, con un "martini" de liches (sic), esa cosa dulzona, ese brebaje espantoso para señoritas, verdaderas señoritas (horrible cosa) del novecento o nonagenarias; quedaría como un galán de piscina de Melgar.
Aliste amorosamente los ingredientes: la pareja de turno que prefiera y sepa que la copa siempre se toma del tallo, jamás de la parte que contiene el coctel, para conservarlo frío; si lo hace mal, cámbiela: un buen martini es irremplazable y no abunda como las parejas ávidas de gran amor. El vermut Noilly Pratt blanco y extraseco, bautizado al abrir la botella con unas Gotas de Angostura. Las aceitunas Bella di Cerignola, secadas con papel absorbente. La ginebra Gordon´s recluida para siempre en el rincón más frío del congelador, acompañada por las copas acampanadas de tallo largo.
Vierta en cada copa un tris de vermut y deles vueltas cuidadosamente boca abajo (las copas, por favor, las copas) para eliminar excesos. De inmediato, vierta la ginebra y ponga adentro la aceituna. Olvide las cocteleras y otros shows inútiles que le aguarán el licor y la fiesta.
Lo más probable, luego de toda esta cháchara, es que el primer martini lleve a varios más y finalmente tanto seductor como pareja queden imposibilitados para hacer algo más que tomarse el segundo o un improbable tercero y gozarlos... pero ya habrá más seducciones y otros días; y quizás la mejor forma, o por lo menos la forma real de ser un gran Don Juan es ser un maravilloso barman: la satisfacción en esto casos no se finge nunca y es compartida.

(Artículo publicado en la Revista Don Juan, edición virtual)

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